30 diciembre, 2010

24 abril, 2009

Aquella pelusita - Los gusanos de R



El sabernos solos en la banca de aquella canchita de intermitentes luminarias y el mutismo de la noche cubrieron de intensidad nuestros prematuros desdoblamientos. Cautivante fue el momento en el que R me dejó ver el rinconcito donde solo caben los dolores de su alma. Su pasado tiene los mismos matices que tienen sus ojos al aclararse con la luz, líneas coloreadas con tonos marrones, de claros a negruzcos que fueron mostrándose contrastados por aquellos días en los que la vida le enseñó a ser más fuerte, a ser mejor o peor o simplemente a ser. Deseé haberlo conocido cuando tuve siete años y haber jugado descalzos bajo la lluvia. Quise haber apretado su mano cuando aquella ausencia, que aún abrillantan sus ojos, lo aquejó. Quise haberlo conocido antes de mi escepticismo.

Esa noche, cuando me vi reflejada en sus ojos, vi la fantasía de aquellos que se encuentran, se conjugan y se quieren; su presencia me pareció demasiado y decidí darle la espalda y olvidarme de ella. El momento se espesó cuando se desató una inusitada conversación al quitarle una pelusita de su hombro cubierto de algodón negro.
–¿Qué haces? –me preguntó R.
–Nada, solo trato de sacar una pelusita de tu suéter –le dije mientras con mis dedos, que formaban una pinza, intentaba quitar la basurita enredada en los hilos de este.
–Ya está –le dije mientras me deshice de la pelusita.
R sonreía y eso me incomodaba.
–¿Qué pasa? –le pregunté extrañada.
–No sé –sonrió–, es solo que creo que serías una buena esposa ­–me dijo con ese tono cálido que lograba inquietarme.
–¿Qué? –le dije frunciendo el ceño y alejándome un poquito de él.
–Sí, me sentí como si me estuvieras arreglando para irme al trabajo o algo así, no me hagas caso –dijo sonriendo, y la ilusión me miró a los ojos.
–R, tenías una pelusita y la quité, ¡eso es todo! no sé el porqué de tu "risita" –le dije, prendiéndole fuego a mi fantasía y soplando sus cenizas para que no volviera nunca más.
–No me hagas caso. No te enojes, por favor ­–me dijo tomándome de los hombros.
–¿Estás loco? No estoy enojada, es solo que tu comentario me parece fuera de lugar –le dije con ficticia serenidad y me puse de pie–. Ya es tarde, me tengo que ir.

R también se puso de pie y me acompañó hasta mi casa; en el camino, tomó mi mano y me miró un par de veces, mientras yo en mi silencio pensaba que era necesario un nuevo distanciamiento.

Me despedí con indiferencia, entré a mi casa y llegué a mi dormitorio. Mientras me preparaba para una ducha, pensé en cómo sería un beso de R.

28 febrero, 2009

Abrió la puertita - Los gusanos de R


–Vaya… tienes un teclado –le dije a R, mirando la repisa. Él se levantó de la silla y lo tomó. Volvió a incorporarse y empezó a tocar. De pie, yo miraba otros objetos que estaban sobre el estante, me detuve en el volante de un auto convertible plateado, a escala, que estaba cerca de Batman.

–Sí, a ver si conoces esta canción –dijo mientras acomodó el teclado sobre sus piernas.

–Eh… sí sé cual es, espera ya te digo… –R me miraba con expectativa y pensé que detener mis ojos en los suyos no me ayudaría a recordar la canción, así que volví a ver el convertible y me di cuenta que era un Mercedes Benz–. Ya sé, es Everything I do I do is for you.

–Sí, esa es, la clásica de Bryan Adams… ven acá y te enseño a tocarla.

–A ver, pero despacito que si no, no aprendo –le dije acercándome a él. R se sentó en la cama y yo, en la silla. Puse el teclado sobre mis piernas y empecé a descubrir el sonido de cada tecla. Levanté la mirada y sorprendí a R observándome con cómica ternura. Seguí tocando y sonreí.

– Tienes que poner las manos así –me dijo poniendo las suyas como ejemplo–. Y empiezas.

–No, mejor otra que sea más fácil –le dije retirando sus manos del teclado y tocando teclas al azar.

–Ok, ¿la niña quiere otra canción? Vamos a tocar otra canción –dijo torciendo la mirada de manera graciosa. Y empezó con Minutos de Ricardo Arjona. Sonaba muy fácil. Creo que la música o lo que sea que haga este señor es bastante sencilla.

–A ver, presta, esa sí puedo –le dije sonriendo y sacando sus manos como si quitara polvo. Él sonrió escéptico. Esta parte de la canción solo tiene tres notas. Luego de cinco intentos y de un par de frases desafiantes de R, pude tocarla.

–¿Ves que sí pude? –le dije con tono pretencioso cuando puse el teclado en la repisa.

–Siempre supe que podías –dijo R sonriendo y quitando una pelusa que estaba en el hombro de Superman.

Puse el convertible frente a mí y acerqué a Batman al volante. R abrió la puertita derecha del auto.

–Cuando lo tenga, te llevaré a pasear –me dijo, como si eso pudiera ocurrir esa misma tarde.

Yo sonreí y pensé en que tendría que recoger mi cabello para que el viento no lo despeinara.

17 febrero, 2009

Hasta luego - Los gusanos de R


En la segunda clase del viernes, el subdirector nos explicaba sobre la importancia de las fichas nemotécnicas. Faltaba una semana para la fiesta.Me senté en la primera banca de la esquina opuesta a la entrada del salón, seguida por R y detrás de él, Eliza; quién me envió un papel en el que me preguntaba si iría con R a la fiesta, además de un P.D. que decía: R, está bueno y parece que le gustas. Sonreí discretamente, pues el profesor ya me tenía en la mira. Le di la vuelta al papelito y escribí: No me ha dicho nada de la fiesta. No sé si iré. P.D.: Sí, está bueno y yo también creo que le gusto. Doblé el papelito en todas las partes que pude y antes de estirar la mano para que R se lo pasara a mi amiga, el profesor se acercó a mi banca.

–Señorita, entrégueme ese papel.

Yo lo tenía entre los dedos, y lo había reducido al tamaño de la uña de mi meñique.

–Dr. no tengo ningún papel.

–Usted tiene un papel que su amiga Eliza se lo pasó con el señor R –dijo con tono “atemorizante” y se volteó a ver el registro de alumnos–. Voy a reportarla, usted me ha faltado el respeto y verá que de todas formas me tendrá que dar ese papel.

–Dr. Yo tengo ningún papel –le dije, poniéndome de pie y gesticulando hasta que me volteé para señalar mi banca y discretamente metí el papel en mi boca y casi sin darme cuenta, me lo tragué.

Me reportó ante el Director, un tipo genial, que se rió cuando le dije dónde estaba el papel y sin complicaciones, me absolvió. Volví al curso. Todos me miraban como si en mi cuerpo o rostro llevara escritas las palabras del papel que en ese momento ya estaba en mi estómago. Me ubiqué en mi banca y R me susurró: ¿Nos vemos en el receso? Yo asentí con la cabeza. R fue la única persona que en esa noche no me habló del papel.

–¿Con quién irás a la fiesta? ­–me preguntó.

–No iré –respondí.

–¿Por qué?

–No tengo ganas –le dije mientras buscaba nada en mi cartera–. ¿Y tú?

–Creo que no iré. ¿Qué harás esa noche?

–No lo sé, talvez viaje –le respondí, mientras deslicé mi meñique por el lóbulo de su oreja y él sonrió–. Me tengo que ir.

–Sí ya sé –dijo mientras nos despedimos.

Fui a la fiesta con Samuel, un amigo de mi anterior universidad. Lo presenté ante mis amigas y me fui al bar, pedí una botella de agua y detrás de mí escuché la voz de R, pidió una cerveza. Saludamos y bailamos. Me sentí muy conectada con él.

R me acompañó a la mesa donde estaban nuestros amigos; le presenté a Samuel. R terminó su cerveza y se despidió de mí diciendo que luego volvería. No lo volví a ver el resto de la noche.

29 enero, 2009

Los gusanos de R



R era ese tipo de amigo que te conquista con una afinidad bárbara. Yo disfrutaba mucho estar con él, haciendo cualquier cosa o haciendo nada. Teníamos muchas cosas en común.

Ahora mis intereses son otros, pero R prefirió quedarse con la idea de que cuando fuéramos gatos, correríamos juntos por los techos y en la oscuridad de los árboles nos daríamos un gran beso.

Yo había decidido alejarme de él, poco a poco. Él conocía esa parte de mí que me hace emigrar a mi esfera y encerrarme por un tiempo, alejándome de todos, incluso de él. Pero había surgido otra razón: R y yo empezamos a gustarnos, la tensión era muy fuerte; y nos hacíamos los desentendidos. Yo preferí evitar una catástrofe, pues siempre creí que por tener caracteres explosivos entre los dos jamás existiría una buena relación sentimental. Yo conocía sus defectos, eran parecidos a los míos; y siendo su amiga, no me afectaban.

Por el patio de universitarios, caminé hacia la cafetería. R se acercó, estaba enojado.

-Tenemos que hablar -dijo.
-Hoy tengo exposición, estoy muy ocupada -le dije.
-Lyli Esto es importante.
-¡No me interesa! déjame en paz R.
-¿Ves? Eso quiero que me expliques: por qué me tratas así. Te haces la loca y no me hablas, no me respondes el celular, ni mis cartas.
-Tengo problemas y quiero estar un tiempo sola -le dije.

R deslizó su mano por mi hombro izquierdo y acercó sus labios a los míos, y me susurró: -¿Qué te pasa?-. Sentí su delicioso aliento al mismo tiempo que mi estómago fue apretado por algo frío. Me alejé de él diciéndole: -Mira, no tengo tiempo. Hablamos en otro rato.

"Hablamos en otro rato". ¡Mierda!, si ya lo estaba logrando, para qué le dije que hablaríamos en otro rato -pensaba y me reprochaba.

Y ese fue el inicio.

20 enero, 2009

Más arriba



Me asomé a la ventana. Cerré mis ojos, y con todo la fuerza que antes no creí tener, deseé volar, y volé. Vi las palmeras y el puente falso. Volé tanto y caí. Escuché el humillante impacto de mis huesos contra los adoquines. Me puse de pie y volé.

Fui hasta donde el cielo no termina, y miré el mar. Lo sentí, lo amé y lo necesité; y sobre él, dejé caer mi humanidad. Olvidé mi alma distraída, que cuando se vio sola, me siguió... y me alcanzó. Se fundió con mi cuerpo.

En el fondo del mar yo era una ballena.

Salí y volé.

Cuando estuve en el otro infinito, era nuevamente yo.

Un poco distinta.

16 enero, 2009

Diamante


La función se programó para las ocho. En un sillón gamuzado del lobby del teatro esperé a mi asistente, avisó que pronto llegaría con mi máscara. Pinté con rojo mis labios mientras repasé mentalmente una parte del guión que el escritor había modificado. Guardé los maquillajes y miré el cuero de mi traje negro; había adelgazado y me pareció que me quedaba increíble. Miré mis botas negras y me percaté que la izquierda tenía un poquito de polvo en la punta; doblé mi cuerpo y lo sacudí con la mano derecha, me detuve por dos segundos en esa posición, y mientras pensé en comprarme unas nuevas, dejé caer mi pecho sobre mis muslos. Con mis ojos cerrados descansé la frente sobre mis rodillas. Pensé en Valentina, y conté los meses que habían pasado desde aquella vez que nos vimos y acordamos separarnos. Recordé las promesas que nos hacíamos cuando estábamos juntas. Traté de imaginar qué estaría haciendo, pero abandoné ese pensamiento, pues yo sabía lo que vendría… ella no estaría sola, y esa era una razón para odiarla.

Escuché los pasos y el murmullo de la gente que entró al teatro. Un pequeño ser se acercó y tocó mi brazo; palpó con su manita el fino cuero de mi ceñido traje negro, cuando volteé y lo miré, corrió. Sonreí hasta que lo vi esconderse detrás de su madre, quien me miró con expresión de nada; volví a mi posición y dormí.

Soñé que la máscara me quedaba muy chica. Desperté y creí que era muy tarde. Me levanté un poco asustada por el sueño, luego me apacigüé. Recorrí con mis ojos el espacio, bostecé y me cubrí la boca, me di cuenta que el barniz negro de mis extensas uñas aún no estaba seco.

Mis ojos enfocaron el reloj cuando me dijo que solamente había dormido cinco minutos. Llamé al celular de mi asistente y dijo que el tráfico lo había atrasado, pero que en diez minutos llegaba; le dije que viniera pronto y que me trajera un café. El sueño me había atrapado. Me levanté y caminé hasta el oscuro rincón del lobby y me senté, pensé en dormir otros cinco minutos. Con el folleto promocional de la obra hice viento y sequé mis uñas de utilería.

Cuando miré la escalera que daba a la platea del teatro, la vi.

“Valentina acompañada por un hombre” –exclamé para mis adentros–. La respiración se me acortó, me sentí desvanecer y todo lo vi más lejos, más oscuro y más incierto; quise llorar, gritar, morir, olvidar, reir… quise todo al mismo tiempo.

Traté de calmar mi patético arcoiris de emociones y recosté mis hombros en el espaldar de la silla, mientras con furia enrollé descuidadamente mi látigo; tuve ganas de romperlo con mis propias manos, pero me contuve y lo puse en mi bolso. Después de eso, solo pude sentir tristeza. Miré para todos lados, pero en realidad no vi nada; luego fijé mi mirada en un mechón castaño de Valentina, que parecía más claro con las luces amarillentas del techo de la escalera.

Hablaban y buscaban a alguien, parecían unos felices desorientados. Cuando al fin tuve un perfecto plano de su rostro vi que, unida a él por su mano derecha, dio un paso y giró de manera graciosa su cuerpo hasta verlo a los ojos. Entonces, supe que lo amaba. Y la odié, la odié tanto que quise besarla.

La piel brillante de sus hombros descubiertos encandelilló la mirada de él. Valentina lo vio como quien contempla un codiciado diamante que pronto será suyo y, cuando sonrió, se le marcaron estratégicamente sus facciones para hacerla insoportablemente hermosa. Él, maravillado, sonrió y se acomodó con la mano derecha un mechón negro que con necedad se volvió a situar en el borde del cristal izquierdo de sus lentes.

Ella le dijo algo al oído, y él mostró una amplia sonrisa. Lo miré tres veces antes de aceptar el hecho de que me parecía sexualmente encantador. Ella, vibrante, sonrió y agitó sus espiralados cabellos; y con sus labios formó un simpático botoncito que llevó hasta la mejilla de su seducido hombre. Él puso sus blancas manos sobre las caderas de Valentina y le estiró el borde de la blusa que seguramente se le corrió mientras subió por las escaleras, y que dejó ver un poco de la parte baja de su tonificada espalda.

Mis ojos se alejaron de ese colorido cuadro mientras ella, abrazada de su cuello, lo miró con ternura y excitación. El diamante ya era suyo.

Mi asistente llegó. Bebí mi café y me puse la máscara, me quedó perfecta. Mis uñas estaban secas y yo estaba lista para la función. Salí de mi oscuridad y antes de subir al escenario, con grandes y firmes pasos, caminé hacia ellos. Miré a Valentina y con una sonrisa le dije: “Qué hermoso es tu diamante”. La besé y, dispuesta a ignorar mi tristeza, me marché.

15 enero, 2009

La jugadora


Ayer en la noche, sentadas en la mitad del bus, Tamara y yo nos dirigimos a nuestras casas, reímos y reflexionamos al hablar de algunos temas. Al final de nuestra charla de las inclinaciones por el relleno lineal de mis dibujos, le conté qué obra había escogido para mi nueva lectura.
–Estoy leyendo Crimen y castigo de “tu Dostoievski” –le dije.
–Oh… qué bueno. ¿Te gusta? –dijo Tamara.
–Sí, me gusta mucho. Antes leí un poco de El jugador, pero no es lo que busco –le dije– pensé que se trataba de otro tipo de jugador, y no de alguien que apuesta. Por ahora, no me seduce tanto la idea de leer sobre alguien que juega a la ruleta.
–Mmm… es que no has leído la biografía de Dostoievski, él era apostador. Además esa obra la escribió bajo mucha presión y la terminó en un tiempo récord: 26 días.
–Sí lo sé. Leí un poco de su biografía, sé que El jugador lo escribió al mismo tiempo que hacía Crimen y castigo –le dije mientras el carro se aproximaba a mi parada–. Me tengo que ir, hablamos mañana.
–Sí, me conectaré temprano al msn –dijo ella mientras yo me abrí paso entre la gente del pasillo del bus y avancé hasta la puerta.
–Ok, bye –le grité antes de bajarme.
Mientras esperé el otro bus que me llevó a casa, pensé en eso de “otro tipo de jugador”. El bus llegó. Subí, le pagué al conductor y me ubiqué en un asiento al inicio de la columna izquierda, puse mis ojos cerca de la ventana que estaba abierta hasta la mitad y unas débiles gotas de lluvia llegaban a mi cara, mojando sutilmente mis pestañas y opacando mi visión de las calles y casas mojadas de la ruta. Con los elementos que alcancé a ver; jugué a hacer composiciones fotográficas, quitando, poniendo objetos, aumentando luz, sombras… todas capturadas fantasiosamente por la cámara a la que en la oficina le había dedicado aproximadamente dos horas de navegación por sitios en los que me confirmaron que estaba enamorada de ella.
No supe, si no, hasta ese momento de mi rapidez para hacer planes; pensé en qué piezas, de esa gran evolutiva composición que es mi vida, debía mover: estudios, proyectos, dinero, familia, viajes, trabajos, pasantías, reencuentros afectivos, caprichos, etc. en fin: soportes de posibles momentos felices e infelices.
Bajé del bus y esquivando grillos que estaban camino a casa, hice y deshice mis estrategias.
Me reí al percatarme que ahora este es mi juego y que pronto haré mis apuestas, tiraré los dados, moveré mis piezas… todo eso para tener en menos de dos meses mi querida Nikon.

12 enero, 2009

El guardián entre el centeno



"Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos, sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que esos niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adonde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo, vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé, que es una locura".

El Guardián entre el centeno, J. D. Salinger.

Este libro me dejó con pensamientos que se repiten en situaciones en las que no existe un denominador común... simplemente aparecen y pienso en Holden y cómo actuaría si él fuese el dueño del momento, y no yo.

Aquí les dejo el link:
http://rapidshare.com/files/150110515/libros2.rar

08 enero, 2009

Los subterráneos


"... el mar de negrura en los ojos oscuros de una mujer es el mismo mar solitario, ¿y acaso iríais al mar a exigirle explicaciones, o a pregun­tarle a una mujer por qué cruza las manos en el regazo sobre una rosa? No."

(Jack Kerouac, Los subterráneos, 1958)


Leer este libro me ha dado una gran satisfacción. Una de las razones es Mardou Fox; en algunas líneas no pude evitar asociarla a mí. Toda la historia tiene esa frecura que me gusta encontrar en los libros.

Les dejo el link:

http://libros.literaturalibre.com/los-subterraneos/

Disfrútenlo.

26 diciembre, 2008

En el camino



"Lo que yo escribo es lo que normalmente un editor desecha y un psiquiatra encuentra interesantísimo".
(Jack Kerouac, 1969)


Depurando los marcadores de la máquina de la cual les escribo me topé con uno que decía "Kerouac Jack - En el camino", no lo leí de primera, pasaron varios días y, entre añadiendo y borrando marcadores, lo volví a encontrar; así que decidí leer una página, luego un capítulo y después no pude parar de leerlo.

En el camino, publicado en 1957, fue escrito en 1951 en solamente tres semanas en un rollo de papel de teletipo de 36 metros de largo. En este libro, Kerouac (Salvatore Paradise), resume sus experiencias durante los cuatro viajes que realizó junto a su amigo Neal Cassady (Dean Moriarty, mi ángel-demonio) a finales de los 40 por Estados Unidos y parte de México. En el camino es un constante: ¡lo quiero todo y al mismo tiempo! Viajes alocados, aventura, alcohol, sexo, amor, drogas... en fin: ¡libertad, libertad, libertad!, son algunos de los ingredientes que posee este libro y que lo hacen simplemente g e n i a l.

Cuando lo lean van a saber de qué les hablo, al decir: "no pude parar de leerlo".

Les dejo el link:
http://www.scribd.com/doc/3683849/Kerouac-Jack-En-El-Camino

Y ahora, me voy por Los subterráneos.

23 diciembre, 2008

Nueve ramas

Hoy concluí mi lectura de Nueve Cuentos de J. D. Salinger.

Nueve relatos cortos.
Nueve relatos frescos.

Mis favoritos son Un día perfecto para el pez plátano, El hombre que ríe, Para Esmé con amor y sordidez y Teddy.

Cuando puedan, léanlo, aquí les dejo el link:
http://rapidshare.com/files/74694351/Nueve_cuentos.PDF.html

20 diciembre, 2008

Recordé

"Iniciamos no pensar ahora"

Eso fue lo que me dijo el hombre con cabeza de agua.

Su cuerpo representa lo que estoy dejando, aquello respirado, aquello que aún es parte de mis perturbaciones.

Su cabeza de agua cristalina representa el "no pensar", la transparencia de la nada. No pensar en lo que me perturba. El movimiento brillante del agua es la actividad en la que me debo mantener para llegar a mi propia orilla, a esa que me llevará a donde quiero estar.

Sus palabras son una "instrucción" que indica claramente un proceso por empezar; el beso, la activación de este; la cual no quise aceptar.

Su voz de mujer soy yo, porque no sigo ninguna dirección que no sea la mía.

Está todo claro,

Ahora, iniciamos no pensar.

17 diciembre, 2008

Segundo intento

Ayer el hombre con cabeza de agua me robó el sueño, creo que el motivo que lo llevó a hacer eso puede ser una pista.

Una posible pista.

Dos posibles direcciones.

16 diciembre, 2008

Primer intento


Esta foto la saqué hace algunos meses, y ayer soñé que estaba allí.

En la U ya había decido dormir temprano, pensé que eso talvez aumentaría la probabilidad de soñar con el hombre con cabeza de agua... No fue así, me dormí tarde viendo a Lindsay Lohan en "Mean girls", ya la he visto 3 o 4 veces; creo que lo hice porque me gusta verla cuando era más chica, se ve muy linda. En fin...

No soñé con él, pero creo que su identidad ya está tomando forma.

15 diciembre, 2008

No te conozco

Ayer desperté a las 6.45 am. Pensé en que aún faltaba más de una hora para ver a Tamara y decidí cortarme las uñas; al terminar con el meñique de la mano derecha, me dejé caer en el sueño por aproximadamente una hora.

Soñé con desconocidos. Luego, me encontré con besos en mi cuello, ya sentidos alguna vez. Vi la piel del torso de un hombre que se acercaba por mi izquierda y que se situó delante de mí; al dirigir mi mirada más arriba de su cuello, vi que su cabeza estaba totalmente formada por agua cristalina que se movía a medida que él lo hacía. Aquel hombre tomó mi mentón con su mano derecha de carne y hueso, acercó sus labios hacia mí y con voz de mujer joven pronunció una frase que de inmediato repetí mentalmente, seguido a esto quise decirla, pero no pude hablar y antes de que llegara a mis labios, bruscamente desperté. Luego de levantarme estuve tratando de recordar cuáles fueron aquellas palabras.

Me preparé y fui a ver a Tamara, en el camino le conté mi sueño y se asustó mucho; en realidad ella es asustadiza.

Ya en el rompeolas de Playas, nos sentamos en las sillas que estaban debajo del parasol. Hablamos de cosas que ahora no recuerdo, pero que nos hacían reír mucho.

Miré a un par de niños saltando con un perro negro en la orilla del mar y la imagen de aquel hombre con cabeza de agua cristalina cayó aparatosamente en mi cabeza y produjo un violento zoom out de aquello que mis ojos veían. Esto se repitió algunas veces durante la tarde. Cada vez que sucedía, cerraba mis ojos y me esforzaba por recordar aquello que me había dicho en la mañana antes de levantarme. Me recosté en la silla y, con el sonido del mar, me dormí.

Por pocos segundos él apareció nuevamente en mis sueños; esta vez no habló y yo tampoco. Solamente estuvo frente a mí y desapereció.

Con el calor del sol en mis pies, desperté. Entonces entendí que no era cuestión de recordar sus palabras, sino de saber quién es.

08 diciembre, 2008

Parque Nacional Ingapirca



Lindo, aun con neblina y lluvia.

02 diciembre, 2008

Entre las dos



Por la una se sube y por la otra se baja...
Por la una se baja y por la otra se sube...

¿Por dónde se baja y por dónde se sube?

01 diciembre, 2008

Hoy

Buscando un libro...