15 diciembre, 2008

No te conozco

Ayer desperté a las 6.45 am. Pensé en que aún faltaba más de una hora para ver a Tamara y decidí cortarme las uñas; al terminar con el meñique de la mano derecha, me dejé caer en el sueño por aproximadamente una hora.

Soñé con desconocidos. Luego, me encontré con besos en mi cuello, ya sentidos alguna vez. Vi la piel del torso de un hombre que se acercaba por mi izquierda y que se situó delante de mí; al dirigir mi mirada más arriba de su cuello, vi que su cabeza estaba totalmente formada por agua cristalina que se movía a medida que él lo hacía. Aquel hombre tomó mi mentón con su mano derecha de carne y hueso, acercó sus labios hacia mí y con voz de mujer joven pronunció una frase que de inmediato repetí mentalmente, seguido a esto quise decirla, pero no pude hablar y antes de que llegara a mis labios, bruscamente desperté. Luego de levantarme estuve tratando de recordar cuáles fueron aquellas palabras.

Me preparé y fui a ver a Tamara, en el camino le conté mi sueño y se asustó mucho; en realidad ella es asustadiza.

Ya en el rompeolas de Playas, nos sentamos en las sillas que estaban debajo del parasol. Hablamos de cosas que ahora no recuerdo, pero que nos hacían reír mucho.

Miré a un par de niños saltando con un perro negro en la orilla del mar y la imagen de aquel hombre con cabeza de agua cristalina cayó aparatosamente en mi cabeza y produjo un violento zoom out de aquello que mis ojos veían. Esto se repitió algunas veces durante la tarde. Cada vez que sucedía, cerraba mis ojos y me esforzaba por recordar aquello que me había dicho en la mañana antes de levantarme. Me recosté en la silla y, con el sonido del mar, me dormí.

Por pocos segundos él apareció nuevamente en mis sueños; esta vez no habló y yo tampoco. Solamente estuvo frente a mí y desapereció.

Con el calor del sol en mis pies, desperté. Entonces entendí que no era cuestión de recordar sus palabras, sino de saber quién es.