17 febrero, 2009

Hasta luego - Los gusanos de R


En la segunda clase del viernes, el subdirector nos explicaba sobre la importancia de las fichas nemotécnicas. Faltaba una semana para la fiesta.Me senté en la primera banca de la esquina opuesta a la entrada del salón, seguida por R y detrás de él, Eliza; quién me envió un papel en el que me preguntaba si iría con R a la fiesta, además de un P.D. que decía: R, está bueno y parece que le gustas. Sonreí discretamente, pues el profesor ya me tenía en la mira. Le di la vuelta al papelito y escribí: No me ha dicho nada de la fiesta. No sé si iré. P.D.: Sí, está bueno y yo también creo que le gusto. Doblé el papelito en todas las partes que pude y antes de estirar la mano para que R se lo pasara a mi amiga, el profesor se acercó a mi banca.

–Señorita, entrégueme ese papel.

Yo lo tenía entre los dedos, y lo había reducido al tamaño de la uña de mi meñique.

–Dr. no tengo ningún papel.

–Usted tiene un papel que su amiga Eliza se lo pasó con el señor R –dijo con tono “atemorizante” y se volteó a ver el registro de alumnos–. Voy a reportarla, usted me ha faltado el respeto y verá que de todas formas me tendrá que dar ese papel.

–Dr. Yo tengo ningún papel –le dije, poniéndome de pie y gesticulando hasta que me volteé para señalar mi banca y discretamente metí el papel en mi boca y casi sin darme cuenta, me lo tragué.

Me reportó ante el Director, un tipo genial, que se rió cuando le dije dónde estaba el papel y sin complicaciones, me absolvió. Volví al curso. Todos me miraban como si en mi cuerpo o rostro llevara escritas las palabras del papel que en ese momento ya estaba en mi estómago. Me ubiqué en mi banca y R me susurró: ¿Nos vemos en el receso? Yo asentí con la cabeza. R fue la única persona que en esa noche no me habló del papel.

–¿Con quién irás a la fiesta? ­–me preguntó.

–No iré –respondí.

–¿Por qué?

–No tengo ganas –le dije mientras buscaba nada en mi cartera–. ¿Y tú?

–Creo que no iré. ¿Qué harás esa noche?

–No lo sé, talvez viaje –le respondí, mientras deslicé mi meñique por el lóbulo de su oreja y él sonrió–. Me tengo que ir.

–Sí ya sé –dijo mientras nos despedimos.

Fui a la fiesta con Samuel, un amigo de mi anterior universidad. Lo presenté ante mis amigas y me fui al bar, pedí una botella de agua y detrás de mí escuché la voz de R, pidió una cerveza. Saludamos y bailamos. Me sentí muy conectada con él.

R me acompañó a la mesa donde estaban nuestros amigos; le presenté a Samuel. R terminó su cerveza y se despidió de mí diciendo que luego volvería. No lo volví a ver el resto de la noche.

5 comentarios:

Marakaramazov dijo...

Definitivamente señorita ....
Estimada Lyl, ud. se hace extrañar... una flor para la mademoiselle

Lylibeth Wiracocha dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Giorgio dijo...

me encanta tu nombre....

Estertor dijo...

Parece que eres bastante dura con R...no le das chance a nada, oye!
Chévere foto!

Lylibeth Wiracocha dijo...

Lex: te dejé un coment
Estertor: Calma, eso es así, tú lo sabes ;)